Camino De Santiago 2024

El camino De Santiago: una experiencia inolvidable

Día 1: El inicio bajo la tormenta

Partimos de Montealto antes del amanecer, con los nervios y la emoción a flor de piel. Íbamos preparadas para comenzar nuestra travesía en cuanto llegáramos a O Cebreiro. El viaje fue impecable y llegamos puntuales, justo cuando la tormenta se cernía sobre nosotros. En el Santuario asistimos a misa con nuestros queridos Don Alex y Don Mariano, un momento que nos dio fuerzas para lo que venía. Al salir, la lluvia y el viento nos sorprendieron, y así comenzó una de las etapas más duras de nuestro Camino. Los ponchos poco podían hacer ante el aguacero incesante, pero avanzamos con determinación. Sin quejas y a buen ritmo, cruzamos arroyuelos formados por la tormenta, subimos pendientes imponentes y llegamos al autobús empapadas, ansiosas por una ducha caliente. 

Ya en el albergue, nos dedicamos a secar las botas, zapatillas y abrigos con el secador en mano. Tras la cena, nos presentamos y rápidamente comprendimos que este grupo era único, y que el Camino nos marcaría para siempre.

Día 2: El desafío de los 25 kilómetros

El autobús nos dejó en Portomarín, donde comenzamos el día con una hermosa misa antes de emprender la etapa más larga de nuestro viaje: 25 kilómetros por delante. Aún algo entumecidas por la tormenta del día anterior, iniciamos la marcha con entusiasmo después de un buen calentamiento. El paisaje era espectacular, a pesar de la lluvia que iba y venía. Las largas cuestas nos demostraron que, con determinación, somos capaces de superar cualquier reto. A veces caminábamos en silencio, otras veces charlábamos o cantábamos, pero siempre con el ánimo en alto. Al final de la jornada, estiramientos y ojos al cielo, pues el pronóstico para el tercer día auguraba mucha lluvia.

Día 3: Un respiro entre la naturaleza

Comenzamos el día con una misa en Palas de Rey, donde se encontraba nuestro albergue. Tras los estiramientos habituales, retomamos el Camino con decisión. Para nuestra sorpresa, el día se presentó fresco y sin lluvia hasta la hora del almuerzo en Melide. Después, camino a Boente, la lluvia regresó intermitentemente mientras atravesábamos un bosque que parecía sacado de un cuento de hadas. Ya en el autobús de vuelta al albergue reinaba el silencio, seguramente pensando en la gran meta que nos esperaba: nuestra llegada a Santiago de Compostela.

Día 4: El esperado encuentro con Santiago

Antes del amanecer, emprendimos la última etapa. Desayunamos sobre la marcha y, desde lo alto, avistamos la majestuosa catedral de Santiago de Compostela. El corazón se nos llenaba de alegría mientras caminábamos, unidas por la emoción. Al acercarnos al casco antiguo, el ambiente era contagioso: peregrinos de todas partes compartían esa mezcla de euforia y gratitud. Frente a la catedral, nos tomamos la foto de rigor antes de hacer fila para entrar a la misa dominical. Afortunadamente, todas logramos entrar en una iglesia abarrotada, llena de peregrinos de diversas nacionalidades. El momento cumbre fue cuando el botafumeiro comenzó su majestuoso vaivén, llenándonos de emoción y agradecimiento por haber vivido esta experiencia única. 

El resto del día lo dedicamos a recorrer las callejuelas de Santiago y, por la noche, celebramos con el corazón lleno de gratitud esta aventura inolvidable que nos ha unido para siempre.

El Camino no solo fue un viaje físico, sino un viaje hacia el interior de cada una de nosotras. Cada paso, cada tormenta y cada sonrisa compartida ha dejado una huella imborrable en nuestros corazones.

Testimonio Paloma (madre peregrina)